En 1946 se fundó oficialmente el Colegio de Ingenieros Civiles de México (CICM), como resultado de los esfuerzos de un grupo destacado de profesionales comprometidos con el desarrollo de la ingeniería civil en el país. Esta nueva organización surgió con el objetivo de fortalecer la representación del gremio, promover el ejercicio ético de la profesión y fomentar el avance técnico y científico en obras de infraestructura, urbanismo y desarrollo territorial.

El CICM se constituyó como una entidad independiente pero con vínculos históricos con la Asociación de Ingenieros y Arquitectos de México (AIAM), de la cual muchos de sus fundadores formaron parte. Desde su creación, el colegio ha tenido un papel protagónico en la elaboración de normas técnicas, la formación continua de ingenieros y la participación en proyectos de gran relevancia nacional, como presas, carreteras, puentes y sistemas de agua potable. Con su fundación, el CICM consolidó la figura del ingeniero civil como un agente esencial en el progreso de México, impulsando una visión moderna de la práctica profesional basada en el conocimiento, la responsabilidad social y el compromiso con el bienestar colectivo.